En estos últimos días hemos podido comprobar que definitivamente ha llegado el invierno y con él, el frío. Es una época en la que las personas con la piel más seca deben prestarle un poco más de atención para no ver agravados los síntomas que produce.

A grandes rasgos, podemos decir que es una piel que notamos tirante, incómoda, descamada, desvitalizada, y en casos de mayor sequedad, incluso agrietada e inflamada. Puede ser una característica congénita o en ocasiones estar relacionada con alguna patología (eczema, psoriasis, ...), pero en cualquier caso empeora en invierno.

No debemos confundirla con una piel deshidratada que es la que en un momento determinado tiene unos niveles más bajos de hidratación, es decir, de agua. Esto puede ocurrirnos a todos en cualquier momento, incluso a las pieles grasas con altos niveles de lípidos. Nuestra epidermis, cuando se encuentra en óptimas condiciones, está protegida por un film hidrolipídico (capa formada por agua y lípidos) que tiene la función de evitar que se evapore el agua y de formar una barrera eficaz contra cualquier agresión externa. En el caso de las pieles secas, esta barrera está alterada dejando nuestra piel más expuesta a los factores externos.

Consejos para cuidar una piel seca

Ahora que ya sabemos reconocer una piel seca, nos queda saber cómo podemos cuidarla.

En los casos más graves, cuando observamos inflamación o cualquier otra patología, debemos acudir al dermatólogo, pero para el resto de los casos serán útiles algunos consejos sencillos:

  • Beber líquidos en cantidad suficiente, alrededor de 1,5 litros a lo largo del día , para mantener los niveles de hidratación.
  • Evitar baños y duchas muy prolongados y con agua muy caliente.
  • Al secar nuestra piel, hacerlo con pequeños toques, suavemente, sin frotar para no agredirla.
  • Utilizar productos de higiene respetuosos con nuestro film hidrolipídico, sin detergentes y, a ser posible, que nos aporten un plus de nutrición ya en el momento de la ducha, como es el caso de los aceites de ducha.
  • Utilizar emolientes adecuados a nuestro tipo de piel una o dos veces al día para reparar la barrera y evitar la evaporación de agua.
  • Identificar si hemos incluido en nuestra rutina algún factor que pueda resultar perjudicial y evitarlo en la medida de lo posible (jabones inadecuados, piscinas, baños con agua muy caliente, sol...)
  • Proteger del frío las zonas más expuestas como son la cara, las manos y los labios. Éstos son los grandes olvidados y son los que antes acusan la falta de cuidados porque tienen la piel más fina y carecen de glándulas sebáceas. Es útil llevar a mano un labial para poder aplicarlo en cualquier momento y unos guantes, además de crema de manos.