Para hacernos una idea de la cantidad que estamos hablando, es bastante gráfico imaginar que si pudiésemos medir su peso, rondaría los 2 kg.

La composición de esta flora bacteriana varía a lo largo de la vida y empieza a formarse durante el embarazo, pasando de la madre al bebé a través de la placenta y después, en el momento del parto entrando en contacto con la flora vaginal e intestinal maternas.

A partir del parto, la alimentación será decisiva en la composición de la microbiota y quedará prácticamente definida a los dos años de edad. En un principio hay un equilibrio entre nuestro intestino y sus pequeños habitantes. De nosotros obtienen nutrientes y nosotros nos beneficiamos de ellos porque además de ayudar en la síntesis de vitaminas (como la K y algunas del grupo B), mejoran la absorción de minerales como el calcio y el hierro e impiden que otros microorganismos patógenos colonicen nuestro intestino y refuerzan el sistema inmune.

Flora intestinal dañada

El problema es, que a veces, nuestros hábitos de vida alteran este equilibrio: alimentación inadecuada, estrés, tabaco, envejecimiento, algunos medicamentos o viajes a otras partes del mundo.

Estas son algunas de las causas por las que agredimos nuestra flora, pudiendo llegar a ocasionar problemas para la salud, ya que aumenta la predisposición a padecer infecciones, alergias y dermatitis atópica. También se altera la movilidad intestinal provocando gases, estreñimiento, diarreas o malas digestiones.

Buenos hábitos para la flora intestinal

Por todo esto es recomendable adquirir unos buenos hábitos como son:

  • Comer varias veces al día con horarios regulares y masticando bien cada bocado.
  • Tomar al menos 1,5 litros de agua al día para favorecer la digestión y la evacuación.
  • Consumir regularmente alimentos con fibra como son verduras, hortalizas, cereales y frutos secos.
  • Consumir yogures, quesos y leches fermentadas.
  • Evitar el consumos de tabaco y alcohol.
  • Practicar ejercicio regularmente.

Puede haber momentos como son épocas de estrés, toma de antibióticos, viajes al extranjero... en los que necesitemos dar un impulso extra a nuestra flora intestinal. En estos casos, disponemos de numerosos complementos con probióticos y/o prebióticos para ayudarnos.

Dependiendo de cada caso se recomendarán unos u otros, ya que hay multitud de cepas distintas y cada una está indicada para un problema concreto. Pregúntanos en la farmacia y te recomendaremos el más indicado.

Diferencia entre prebiótico y probiótico

La diferencia entre pre y probióticos es que los primeros son fibras que sirven de alimento para nuestra microbiota (y que por tanto ayudan a su crecimiento) y los segundos son complementos compuestos por bacterias vivas que van a restaurar o mejorar nuestra flora intestinal. Cuando estos complementos alimenticios contienen ambos, decimos que es un simbiótico.

Cada vez son más los estudios que se realizan sobre microbiota y su influencia en nuestra salud, incluso en campos novedosos como pueden ser la diabetes, obesidad o salud cardiovascular.

Por este motivo decimos que cuidar nuestra flora es cuidar nuestra salud.

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